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28 sept 2010

Me senté en una piedra a un par de metros del agua. Desde ahí con la vista en el río parece que no hubiera nada más en el mundo, sólo la extensión marrón interminable y yo. Hay muchos que piensan que nuestro destino ya está escrito, que ninguna de nuestras acciones es fruto del azar, que nada de lo que hagamos puede modificar nada.
Me cuesta creerlo. Me cuesta creer que toda esta confusión es solo producto del destino. Me gustaría que mi todo volviera a estar en orden, tranquilo como hoy esta el río, no sentirme timoneado por obligaciones y deberes que no sé si son correctos. Pero ¿qué es lo correcto? El viento ahora se levanta con fuerza, el río, antes quieto, ahora se agita y me moja los pies. Vuelan hojas y ramas. Tengo que irme antes de que llueva si no quiero empaparme. Tal vez sea ese mi destino. Calmas y tormentas